Cuando los resultados, sean buenos o malos, dejan de importar, un informe de gobierno pierde todo su sentido y se convierte en un mero ritual de culto a la personalidad. Ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó su último informe de gestión, ejemplificando esta tendencia. Este fenómeno no es exclusivo de su administración. Al contrario, es una herramienta comúnmente utilizada por gobiernos populistas, donde lo que importa no son los resultados, sino el espectáculo.
Entre lo bueno de la administración de López Obrador destaca la relativa estabilidad financiera, la recuperación del salario mínimo y los programas sociales que ayudaron a disminuir los niveles de pobreza. Además, la entrada en vigor del T-MEC fue un logro fundamental que fortaleció las relaciones comerciales y económicas con los vecinos del norte y posibilitó la tendencia al nearshoring tras la crisis de la pandemia.
Sin embargo, entre los desaciertos del gobierno de AMLO, posiblemente el más notable fue en el ámbito de la salud. La política sanitaria se vio siempre marcada por la improvisación, el desabasto y la inoperatividad. Para colmo, en medio de esta precariedad debimos enfrentarnos a la emergencia sanitaria del Covid-19, que dejó a nuestro país entre las naciones con el mayor número de fallecidos a nivel global. En el campo educativo, los números tampoco son favorables; según la prueba PISA, México muestra retrocesos y estancamientos en el rendimiento académico de sus estudiantes.
Posiblemente, uno de los desaciertos más graves del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se dio en el ámbito de la seguridad. Durante su administración se registraron los peores récords en relación con el número de homicidios dolosos y personas desaparecidas. La violencia en el país se incrementó de manera alarmante, superando con creces sexenios anteriores lo que evidencia la falta de una estrategia efectiva y coordinada para enfrentar y combatir la inseguridad.
Definitivamente amigo radioescucha, más allá de las cifras, lo más preocupante del gobierno de AMLO fue que, a pesar de sus promesas de un gobierno cercano al pueblo, se caracterizó por un estilo poco abierto al diálogo, renuente a gobernar con una base realista y con niveles de corrupción que apenas comienzan a salir a la luz. Esta falta de apertura y transparencia erosionó la confianza en las instituciones y dejó un legado de división que será difícil de superar en los próximos años.