Si Ernesto Zedillo analizó, reflexionó y replanteó su gobierno, marcando la “sana distancia” entre su partido -el PRI- y el gobierno, encarceló al hermano de Carlos Salinas de Gortari, quien le heredó los problemas que dieron origen a la crisis económica de 1995, considerada la más grave de la historia moderna de México, y Zedillo fue el mandatario priísta que entregó la banda presidencial a un panista, con lo que pasó a la historia por la alternancia después de 70 años, ¿será posible que Enrique Peña Nieto haga lo propio y se sacuda del grupo que lo encumbró y que, casualmente encabeza el mismo que llevó a Zedillo al poder, para darle un golpe de timón a la barca nacional, a la que amenaza el naufragio económico, social y político?
René Delgado en su columna Sobreaviso, utiliza la frase «La traición es una necesidad imperiosa en los Estados democráticos desarrollados», de Denis Jeambar e Yves Roucaute, autores de El elogio de la traición: sobre el arte de gobernar por medio de la negación, y advierte: “Desmontar o traicionar el régimen que encumbró a un mandatario en el poder puede parecer suicida o descabellado, pero es el recurso que le resta al presidente Enrique Peña Nieto y fue del que echaron mano Mijaíl Gorbachov, Felipe González y François Mitterrand. Tras ascender al poder a través de una estructura, en la cima la desmantelaron, a fin de transformar el Estado que jefaturaron”.
En México, el primer mandatario, en forma incomprensible, sigue aferrado a un equipo cuyos resultados ante los ojos mexicanos y extranjeros son negativos. Se niega a realizar los cambios urgentes para enderezar la barca que ya hace agua en varios flancos: de proa a popa y de babor a estribor. René Delgado se pregunta en su columna “si no es tiempo de que el presidente Enrique Peña Nieto, en su calidad de jefe de Estado, traicione al régimen que lo encumbró en el poder”. Menciona que podría seguir el ejemplo de Gorbachov, González y Miterrand, que se despojaron de prejuicios ideológicos y escucharon nuevas voces, muchas de ellas de la sociedad civil organizada que tenían tiempo trabajando en el rediseño de políticas diferentes.
En nuestro país hay un gran número de personas y organismos cívicos, académicos, sociales y profesionales que están trabajando activamente en la generación de propuestas para la construcción de un México mejor. El llamado al despertar de la consciencia cada vez encuentra mayor eco en la comunidad pensante y actuante que ama a este país nuestro y anhela un futuro mejor. Diego Petersen Farah reconoce: “Los mexicanos hemos aceptado tácitamente que la enfermedad de la corrupción es crónica, que no tiene remedio y se puede vivir con ella. Nacimos con la enfermedad y nos acostumbramos a las molestias e incapacidades que nos genera”.
Tristemente, al igual que Diego Petersen, hay quienes ya ni siquiera se imaginan lo que es un México sin corrupción, pero existe un gran número de ciudadanos que en verdad están convencidos de la necesidad de reconstruir la nación, saben que la solución no vendrá de los políticos, sino de la sociedad civil organizada y que, como dice Petersen, “la tolerancia de los mexicanos a la corrupción es directamente proporcional al cinismo de los políticos y empresarios que son ya inmunes a la denuncia”. Por ello es el momento de activar el llamado al despertar de la consciencia, a la unidad de los mexicanos en torno a un proyecto viable y confiable, surgido de la sinergia de mentes positivas y propositivas capaces de romper viejos paradigmas y plantear nuevas posibilidades.
Definitivamente amigo radioescucha, el llamado al despertar de la consciencia debe ser tanto para la sociedad como para la clase gobernante. En los tiempos actuales ya no es posible concebir el avance o retroceso de una nación sin considerar el papel que ambos desempeñen. De ese despertar que haga consciente a la población de su derecho a exigir, al tiempo de cumplir con sus responsabilidades, y que haga consciente al gobierno de su obligación de servir con transparencia, honradez y eficiencia, dependerá la respuesta, positiva o negativa, a la pregunta: ¿A dónde llevamos a México autoridades y ciudadanos?