La promulgación del impuesto ecológico en Durango ha generado controversia, especialmente desde la Iniciativa Privada. La ley fue promulgada en diciembre del año pasado y aunque no se ha comenzado a aplicar está siendo fuertemente criticada. El tributo grava la emisión de gases a la atmósfera, la contaminación del suelo, subsuelo y agua, el almacenamiento de residuos y la extracción de materiales. Por ejemplo, se cobrarán 179 pesos por cada tonelada de dióxido de carbono emitida a la atmósfera y 19.24 pesos por metro cúbico de arena, cantera y agregados pétreos.
La Iniciativa Privada critica la medida por dos razones basicamente. En primer lugar porque el costo adicional reduce la competitividad de la industria local en comparación con otras entidades en donde el tributo no es cobrado. En segundo lugar porque el impuesto impacta principalmente a la industria de la construcción, un sector caracterizado por una alta informalidad. De esta manera, el impuesto recaerá sobre las escasas empresas formales, lo que paradójicamente podría incentivar aún más la informalidad.
Ahora bien, de un lado y del otro la discusión se ha centrado en qué será gravado y cómo será cobrado. Se ha dicho muy poco sobre lo que se hará con los recursos recaudados. Un impuesto ecológico debería destinarse, por ejemplo, al financiamiento de proyectos ecológicos, a proporcionar incentivos para reducir la contaminación, a la restauración de ecosistemas o a la promoción de energías limpias. ¿A qué se destinarán estos tributos en Durango? No sabemos.
Es por ello que consideramos que la discusión debería reorientarse hacia qué hacer con los impuestos ecológicos para hacer de Durango un estado industrial verde. En particular tomando en cuenta la vulnerabilidad de los ecosistemas duranguenses. Si este fuera el foco de la discusión, podrían surgir otros medios de contribución que irían más allá de la tributación o de cómo medir la contaminación y que podrían ser de mayor impacto a la economía y a la ecología local.
Definitivamente amigo radioescucha, si no se lleva a cabo este debate sobre el sentido del impuesto ecológico y cómo la Iniciativa Privada puede aportar, nos enfrentamos al riesgo de repetir el patrón observado con el Impuesto Sobre Nómina. Tributo cuyos recursos lejos de dirigirse al mejoramiento de la competitividad de las empresas, terminan alimentando la burocracia gubernamental. Una economía verde en Durango sí es posible, pero para materializarla se debe ir más allá de los rótulos y darle significado concreto a las acciones.