Fracturas que fortalecen a la 4T

 

En política, las formas importan tanto como los hechos. La renuncia de José Armando González Murillo a la dirigencia y militancia del PAN en Torreón no sólo es una baja significativa para ese partido, sino también una señal clara de las fracturas internas que hoy lo debilitan más que cualquier adversario externo. Que alguien con 20 años de militancia y un cargo de dirección salga denunciando un andamiaje institucional anquilosado resulta, como mínimo, paradójico. ¿No hubo tiempo para cambiar esa realidad?

La renuncia tiene además un evidente aroma a reacomodo. El propio González Murillo elogia el rumbo de Torreón bajo el liderazgo priista de Román Alberto Cepeda y reconoce su cercanía con ese partido. Si bien en Coahuila el PRI sigue siendo el actor dominante, a nivel nacional el panorama es otro: ahí el tricolor se encuentra en una franca decadencia. Es decir, quienes migran del PAN al PRI en busca de futuro, podrían estar apostando por un barco que ya hace agua en el ámbito federal.

Más allá de los nombres y las siglas, lo preocupante es que estos movimientos fragmentan aún más a la oposición. PAN, PRI y PRD no logran ofrecer una alternativa unificada y fuerte frente a un Morena que sigue creciendo en poder y presencia. Y este tipo de renuncias son, de hecho, las que más le gustan a Morena: no tiene que hacer ningún esfuerzo, ni abrir espacios ni reservar candidaturas. Le llegan solas, listas para sumarse o simplemente para dejar un vacío. Es una victoria que le sale gratis.

En lugar de “dividir para vencer”, como aconsejaban los manuales clásicos de la política, Morena asiste con comodidad al espectáculo de una oposición que se divide sola. Con cada ruptura, con cada renuncia, con cada señal de desgaste, se consolida un escenario de hegemonía que debiera preocupar incluso a quienes simpatizan con el gobierno actual. Eso lleva a preguntar si el andamiaje realmente está anquilosado como señala González Murillo o si son los políticos los que ya ni sopesan las consecuencias de sus decisiones.

Definitivamente, amigo radioescucha, la democracia necesita contrapesos reales y partidos que se fortalezcan desde la crítica y la autocrítica. No basta con tener historia o principios en el discurso: se requiere también coherencia, valentía para renovar desde dentro y altura de miras para anteponer el bien común al acomodo personal. Porque cuando la oposición se descompone, no gana el país, todo lo contrario: gana el poder sin oposición.



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