El legendario Carlos Hank González, que de profesor rural, llegó a ser director de la CONASUPO, gobernador del Estado de México, regente del DF, secretario de Agricultura y de Turismo, entre una gran cantidad de cargos públicos, y que no pudo ser presidente de la República por ser hijo de padre extranjero, cuando aún lo prohibía la Constitución, dijo una frase que hoy es clásica: “Un político pobre es un pobre político”, refiriéndose a que el que carecía de dinero sólo era digno de lástima en el mundo de la política. Sin embargo, hay otro tipo de pobreza que es aún más dañina que la económica: la pobreza espiritual e intelectual de los gobernantes.
Cuando se carece de ganas de servir a los demás, que es la esencia de la política, y esto va aunado a la falta del espíritu, el cerebro y el corazón que se requieren para ejercer un cargo público con calidad y eficacia que brinden resultados a la altura de las expectativas de la comunidad a la que se sirve, el fracaso es previsible, porque todas estas carencias abren la puerta a la ineficiencia, a la corrupción e impunidad, al tráfico de influencias, al conflicto de intereses y demás lacras que hemos venido padeciendo los mexicanos, lo que nos ha mantenido en el subdesarrollo económico, político, social, educativo, ambiental, físico y deportivo.
Tal vez de ahí se explique la gran paradoja de que, aun cuando los recursos destinados al programa Oportunidades -hoy Prospera- se han incrementado anualmente, el porcentaje de personas en pobreza también fue en aumento. Paula Hernández Olmos, coordinadora nacional de Prospera reconoció que a pesar de 17 años de programas de transferencias como Oportunidades y el actual, en 2012 la pobreza de los mexicanos era similar a la del 92. Aún falta por lograr la mejora en las condiciones socioeconómicas; además, se desconoce la cantidad de población que ha salido de la pobreza con estos programas.
Otro dato revelador y contundente: en 2012, de 600 mil familias que dejaron Oportunidades por haber mejorado sus condiciones de vida, 70% volvió a la miseria y se ha ido reincorporando al programa. Datos más recientes no hay, porque se cambiaron reglas de operación del proceso de recertificación de las familias. El año pasado no se hizo la revisión de las que salieron del programa, dijo la funcionaria: “no censamos un modelo del que no estábamos convencidos, y será a mediados de este 2015 cuando sean evaluados 800 mil hogares, para ver de qué forma han mejorado sus condiciones socioeconómicas. Prospera es diferente a Oportunidades, ya que éste castigaba al que le iba mejor, pero como era tan poquito el brinco que habían dado, volvían a la pobreza”.
Por otra parte, se calcula que en México existen entre 10 y 12 millones de personas mayores de 60 años, cuyos derechos quedan cubiertos parcialmente, pues se prioriza la atención de necesidades como el derecho al esparcimiento, a la alimentación y a la seguridad social, pero dejan de lado otras garantías como el derecho al trabajo, a la educación, al goce del espacio público, a la seguridad y al patrimonio; son víctimas constantes de despojos y de atropellos, según el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, un problema que no sólo atañe a ese sector de la población, sino también a los que hoy son jóvenes pero que para 2050 serán adultos mayores, ya que en el futuro el panorama se avizora aún más desolador.
El Instituto presentó ayer su Análisis sobre política pública para adultos mayores, desde el enfoque de los Derechos Humanos, y enfatiza: Para 2050 el envejecimiento de la población mexicana habrá cobrado una dimensión muy importante: se calcula que 25% será mayor de 60 años, es decir, uno de cada cuatro habitantes, y esta es una proyección a 35 años, pero eso no quiere decir que las deficiencias en la atención gubernamental para este sector sea un problema cuya solución deba darse en el futuro; no, es un problema de las generaciones presentes”. La conclusión que debería ocupar, más que preocupar a las autoridades, es que de no corregir ya la política pública al respecto, en pocos años tendremos un México de viejos… y pobres.
Definitivamente amigo radioescucha, duele el contraste de la riqueza natural que abunda en el país, con la pobreza que padece más de la mitad de los mexicanos. Los datos aquí expuestos revelan la necesidad de un rompimiento del paradigma actual y un cambio diametral en la mentalidad de la clase gobernante, impulsado por una comunidad cada vez más despierta e informada, que deberá ser el motor que mueva a esta Patria nuestra, para recobrar el significado de “mandatario” o gobernante que obedece el mandato del mandante que somos los gobernados. Este es un buen comienzo para erradicar la pobreza espiritual e intelectual de los políticos, fuente principal de la miseria económica.