Lo mejor para Coahuila

 

El pasado sábado, último día de noviembre, el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas, presentó su primer informe de resultados. El político saltillense asumió el cargo tras una elección en la que obtuvo una victoria contundente, enfrentando a una 4T fragmentada que no representó un desafío significativo. Aunque en teoría encabeza un gobierno de coalición, en los hechos, con algunas posiciones menores ocupadas por el panismo coahuilense, su administración mantiene un perfil claramente priista. En tiempos de lealtades endebles, donde los colores políticos cambian con facilidad, esto resulta algo excepcional.

De acuerdo con el Ranking de Gobernadores, Manolo Jiménez ocupa el cuarto lugar en desempeño. Sin embargo, la consultora Mitofsky lo sitúa en el lugar 15, con una calificación de 51.6 puntos, lo que podría indicar un cierto desgaste prematuro, considerando que apenas cumple su primer año de gestión. Sus críticos señalan que su papel ha sido más cercano al de un coach motivacional, recorriendo eventos con un discurso reiterativo sobre la unidad coahuilense, similar al que sostuvo durante su campaña. Lo acusan de olvidar que ahora gobierna, y que las acciones deberían superar a las palabras.

A pesar de ello, hay logros indiscutibles. Coahuila es la tercera entidad más competitiva del país, según el Índice de Competitividad Estatal del IMCO, un reconocimiento que se debe, en gran medida, al éxito sostenido en materia de seguridad. Manolo Jiménez ha sabido continuar esta tendencia, con una ligera pero consistente disminución en el número de delitos. Este logro ha sido clave para que el estado se posicione entre los tres que mejor han aprovechado las oportunidades del nearshoring, incluso frente a recortes presupuestales federales que han limitado sus recursos.

Otro punto de crítica ha sido su aparente predilección por la región sureste de la entidad, en detrimento del desarrollo de otras zonas. Este favoritismo no es exclusivo de su gestión, ya que incluso en la administración anterior, liderada por el lagunero Miguel Riquelme, la zona metropolitana de Saltillo, Ramos Arizpe y Arteaga concentró gran parte de las inversiones. Sin embargo, bajo Manolo Jiménez, esta percepción se ha acentuado, generando tensiones con otros alcaldes, incluidos aquellos de su propio partido. Un caso evidente fue el del alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda, aunque, afortunadamente, estas diferencias parecen haberse superado, al menos por ahora.

Definitivamente, amigo radioescucha, Coahuila sigue siendo el último gran bastión del PRI. Su gobierno tiene la responsabilidad de ser ejemplo a nivel nacional. La capacidad de Manolo Jiménez no está en duda; su paso por Saltillo fue destacado. Pero el estado necesita más que discursos motivadores y carisma para alcanzar su potencial. El progreso no se construye con eslóganes, sino con acciones concretas y un equipo de trabajo plenamente comprometido. Lo logrado en seguridad es digno de reconocimiento, pero llevar a Coahuila al siguiente nivel requiere esfuerzos adicionales en todas las áreas. La prosperidad no se decreta; se construye día a día. Con cinco años aún por delante, esperemos lo mejor para Coahuila.



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