Los peligros de la megalomanía y el autoritarismo

 


El mesianismo populista de AMLO, alimentado por la animadversión nacional hacia Donald Trump, y sus llamados a la unidad –pero en torno a SU proyecto-, a decir de analistas políticos, puede ser un nuevo peligro para México rumbo al 2018, máxime cuando esgrime el discurso de la soberanía y el patriotismo para enfrentar a los enemigos de fuera -explotando el histórico antiamericanismo por la pérdida de más de la mitad del territorio nacional hace más de 170 años-, y a los enemigos de dentro –los que integran la denominada por él “mafia en el poder”-.

Resulta paradójico que el político tabasqueño tenga arrebatos y actitudes similares a los de Donald Trump, a quien tanto critica. La megalomanía de ambos, a decir de expertos en psicología, es digna de comparación porque aun cuando divergen en el discurso, es decir, en la forma, convergen en el fondo, en el carácter sociópata de su padecimiento, que los hace potencialmente peligrosos. Y qué decir del autoritarismo al que son tan proclives ambos, y que se ha manifestado en casi todas sus acciones y decisiones, con diversos grados de afectación.

Tiene razón López Obrador cuando arremete contra el gobierno federal por haber gastado casi 580 mil millones de pesos más que los que tenía presupuestados, 12.2% superior al monto programado; pero lo que no dice es que, durante su gobierno al frente del entonces D. F., el primer año tuvo un 13% de sobre ejercicio que fue ascendiendo hasta llegar al 27% en su quinto año de gestión. En el sexto ya no pudo gastar de más porque ya no era Jefe de Gobierno, al solicitar licencia para buscar la Presidencia de la República por primera vez.

Desde entonces, 2006, AMLO viene realizando campaña impunemente sin respetar la ley electoral ni las restricciones que los partidos impusieron a los aspirantes a cargos de elección popular. Sin dejar en claro de dónde provienen los recursos para andar todo el tiempo de norte a sur, de Golfo a Pacífico y de frontera a frontera –que es de dudarse que provengan de las regalías de sus libros-, Andrés Manuel asegura que a la tercera va la vencida y no duda en difundir promesas al por mayor, aunque no diga cómo las va a cumplir.

Así por ejemplo, prometió que, de ganar la Presidencia en 2018, en tres años de gestión México producirá todas las gasolinas con nuevas refinerías, pero no dijo de qué manera va a conseguir los recursos y la tecnología que se requiere; también aseguró que propondrá un plan con el que, basado en la austeridad y la eliminación de la corrupción, habrá un crecimiento económico del 6% en 2024, aunque no detalló el plan ni dijo cómo logrará eliminar la corrupción. Tampoco la forma en que va a reducir 50% los índices delictivos y a retirar a la delincuencia organizada. Prometer no empobrece, cumplir es lo que aniquila.

Definitivamente amigo radioescucha, la comunidad nacional informada, crítica y analítica no puede confiar en alguien que se cree poseedor de la verdad absoluta; que es el dueño y señor del partido por el que buscará por tercera vez la presidencia; que ya ha mandado al diablo a las instituciones; que se ofendió cuando los medios le dieron mayor importancia a la muerte del papa Juan Paulo que a sus declaraciones; que realizó la toma de pozos petroleros en Tabasco; que ocultó la deuda de los segundos pisos del entonces DF por 18 años; que se autonombro presidente legítimo y llevó a cabo un acto para tomar protesta; que bloqueó más de dos meses en el Paseo de la Reforma del D.F. perjudicando seriamente la economía de comerciantes, restaurantes y hoteles y desquiciando el tráfico; y un largo etcétera. Por todo lo anterior, esa misma comunidad no se quiere ver inmersa en los peligros de la megalomanía y el autoritarismo.



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