Richard Branson escribió en su artículo ‘Pasión y propósito’ para El Financiero: “Tienes que ser un líder apasionado con un propósito. Esos líderes han sido cruciales para el éxito”. ¿Cuál debe ser la pasión y cuál el propósito de quienes tienen en sus manos el destino de una nación? La respuesta es evidente: el amor a la Patria su pasión y elevar al máximo el nivel de vida de los gobernados su propósito. ¿Cuáles son realmente la pasión y el propósito de nuestros gobernantes? Convendría un autoanálisis en los círculos del poder político-gubernamental para converger en la necesidad de un proyecto definido con base en el beneficio de las grandes mayorías y no en el interés de las minorías.
Para ello, es indispensable que exista la voluntad de la clase política y de la sociedad, para que ambos analicen la realidad que estamos viviendo y no la que pretenden hacer creer quienes dicen que vamos por el camino correcto o los que quieren ver sólo lo negativo y son calificados como enemigos de la nación. Uno de nuestros principales problemas como mexicanos es adoptar la actitud maniqueísta de verlo todo blanco o todo negro sin aceptar los matices de gris; porque así como hay graves problemas de tipo económico, político y social, también hay áreas de oportunidad que debemos trabajar intensamente para sacar adelante a nuestro país, responsabilidad que atañe a autoridades y ciudadanos.
Ya lo dijo el presidente EPN el pasado viernes al reunirse con la comunidad judía, cuando reconoció que “la transformación de la realidad de México no depende de una sola persona o de una sola autoridad, sino del esfuerzo conjunto de todos los sectores de la sociedad de manera positiva”. Y tiene razón, pero en lo que sí fue cuestionado por algunos analistas fue cuando dijo: «No faltarán los que quieran ser destructivos y todo ven bajo una óptica negativa”. Esto generó comentarios de que otras opiniones que difieran de las de él, las considera equivocadas. Al respecto, Darío Ramírez advirtió en el portal Sinembargo: “Debemos comenzar por reconocer que estamos viviendo una profunda crisis de derechos humanos, de impunidad y de corrupción. Hasta ahí todos deberíamos estar de acuerdo”.
Ante la situación que vivimos en México, cabe mencionar la sentencia bíblica: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”´, por lo que es conveniente tomarle la palabra al primer mandatario: “lo importante es encontrar la conjunción de esfuerzos de aquellos que quieran construir mejores espacios, mejores entornos, un clima de mayor armonía y de convivencia social, y que esto deriva y depende del esfuerzo compartido». Ante esta declaración, lo importante es que el discurso se convierta en acciones concretas, y que la sociedad civil organizada esté en la mejor disposición de contribuir a ese esfuerzo compartido.
Peña Nieto dijo: «Soy el primero en reconocer que el país aún tiene grandes retos de seguridad y de justicia, tanto estructurales como consecuencia de la violencia del crimen organizado, como de otros factores». Buen detalle el reconocer; ahora sigue que enfrente esos retos con ejemplos, como exigir a las entidades federativas mayor eficiencia en la aplicación de recursos para seguridad, luego que 16 estados, entre ellos Coahuila, reintegraron alrededor de 170 millones de pesos, debido a que éstos no fueron devengados dentro del Subsidio para el Fortalecimiento de la Seguridad. En el caso de Coahuila, sólo comprobó 33 de los 76 millones de pesos que recibió en 2013.
Definitivamente amigo radioescucha, la percepción generalizada en amplios sectores de la sociedad es de una ausencia de liderazgo en el país. Ayer, en la entrega del Óscar, Alejandro González Iñárritu declaró: «Dedico este premio a mis compatriotas mexicanos. Rezo para que podamos hallar y construir el Gobierno que nos merecemos». Esto lo dijo al final de la ceremonia, al recibir la estatuilla de Mejor Película. De ahí que Enrique Peña Nieto tiene en sus manos el enorme reto de corroborar lo que el secretario de Hacienda, Luis Videgaray declaro al Financial Times, que la prioridad del gobierno es trabajar en la restauración de la confianza ciudadana, gran verdad que sólo se puede lograr si se cuenta con un líder respetado para la conducción correcta de México.