Prioridades gubernamentales: ajenas al bien de la nación

¿Qué se puede decir de un gobierno, cuyo gasto corriente fue superior en 65 mil 500 millones de pesos en comparación con lo programado, pero recorta el presupuesto social en 43 mil millones? ¿Es posible, con ello, deducir cuáles son sus prioridades y medir el grado de compromiso y responsabilidad que se tiene con la nación? La Secretaría de Hacienda informó que al cierre de 2014 el gasto corriente se sobrepasó en el equivalente a casi dos veces el presupuesto del estado de Coahuila, pero registró una caída en los recursos programados para la atención de estrategias sociales, en la atención médica y en la infraestructura.

Se dejaron de invertir 7 mil 800 millones de pesos en fondos como Prospera, destinado a las clases marginadas, pensión para adultos mayores y desarrollo de zonas prioritarias; 15 mil 900 millones en Seguro Popular y programas de apoyo a la salud, reducción de enfermedades y vacunas; 4 mil millones en medicinas, suministros médicos y servicios generales del ISSSTE y 15 mil 300 millones en carreteras, caminos rurales, desarrollo de trenes de pasajeros y programas de telecomunicaciones. 43 mil millones en total que estaban presupuestados pero que no se invirtieron.

¿Y mientras tanto, dónde está la oposición que debería servir de contrapeso al partido en el poder? El columnista René Delgado responde: “El profundo desacuerdo al interior de las oposiciones de la derecha panista y de la izquierda perredista deja a un gobierno tambaleante que, al resistirlo, lo apoya y a una ciudadanía furiosa sin opción. El panismo y el perredismo, en el colmo del absurdo, trabajan para el priismo en el poder; le dejan el campo libre a partir de su desacuerdo y división. El panismo y el perredismo practican un absurdo: son la oposición dentro del PRI. Los tres partidos principales están en bancarrota; carentes de ideas y causas, ven como un botín prerrogativas y posiciones”.

Está visto que las prioridades del gobierno y de los partidos no están dictadas, como debiera serlo, por el amor a la Patria y el deseo de elevar la calidad de vida de los mexicanos. Cegados por una desaforada ambición de poder político y económico, sus intereses particulares están por encima del interés nacional. No alcanzan a dimensionar la magnitud de los problemas políticos, económicos y sociales que atraviesa el país, porque no se ve que estén haciendo lo que deben para solucionarlos. Alguien dijo que no es la historia la que se repite sino los errores, una y otra vez, pensando tal vez, equivocadamente, que se puede cambiar el rumbo yendo por la misma vía.

Lo peor del caso es que la clase gobernante no hace ni deja hacer, prueba de ello es que México lidera en trabas a las empresas, que son quienes generan empleo y riqueza, empezando por el SAT que puso en marcha nuevas reglas en 2014 y que junto a otras reformas legislativas, ha llevado a México a la sexta posición de entre los 10 peores ambientes para hacer negocios, según TMF Group, consultora internacional que clasifica las trabas jurídicas y legales de más de 80 países, cuyo reporte reveló que, en sólo un año, México descendió 24 puestos en un comparativo sobre complejidad burocrática para hacer negocios. Al respecto, Jorge Suárez Vélez dice en El Financiero “El México bueno –que es el que trabaja y produce- merece que le exijamos al México malo –que es el del gobierno paralizante-, si ya no inteligencia y planeación, que al menos no estorbe”.

Definitivamente amigo radioescucha, tiene razón René Delgado cuando escribe “la clase política no ha dimensionado la profundidad de la crisis en la que se encuentra inserta. El gobierno no deja de ensayar tibias medidas inútiles frente al mal que lo aqueja, intentando reposicionarse. Practica remedios, no soluciones a su problema. No intuye que su situación exige una operación quirúrgica profunda, y se procura medicinas que ni siquiera enmascaran la enfermedad que sufre”. En pocas palabras, es como el ciego que, pudiendo ver, no quiere hacerlo y se aferra a la locura de hacer lo mismo, esperando resultados diferentes y estableciendo prioridades ajenas al bien de la nación.



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