Luis Fernando García Abusaíd
Porque somos un país racista. Aunque no creamos serlo. Empero, la historia nos desnuda.
Los maltratamos porque en nuestro inconciente colectivo está inscrito el sistema de castas colonial del Siglo 18.
En el cual, las combinaciones principales eran 16 para establecer una férrea jerarquía social basada en la desigualdad étnica. Había españoles, mestizos, castizos, mulatos, moriscos, pelusas, jíbaros, lobos y cambujos, entre otros.
Los discriminamos porque ignoramos el ingrediente africano en nuestro ADN cultural. Y negamos que en “los estados de Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Veracruz, existen afrodescendientes mexicanos cuyos ancestros vinieron en la Colonia como esclavos de Gambia, Guinea, Congo, Guinea Ecuatorial, Angola y Mozambique”. O, que en El Nacimiento, Coahuila hay una tribu de indios negros mascogos.
Los tornamos invisibles en nuestra definición de mestizaje y, por lo tanto, de nuestra historia oficial.
Abusamos de los migrantes, porque tenemos una visión del mestizaje muy selectiva. ¿Sabía usted que “en 1919 (las autoridades mexicanas prohibieron) la entrada a rusos y polacos; en 1921 a los chinos; poco después a africanos, árabes y gitanos, y en 1934 negó el desembarque de judíos”? La excusa era una: “(esos grupos) no eran afines a nuestro mestizaje, proyecto nacional y a la construcción de lo mexicano”.
Ofendemos a los migrantes, porque vivimos en un país en el cual “el color de la piel influye en el nivel de estudios y en las oportunidades laborales del mexicano”; por eso, “el 20% de nosotros no nos sentimos a gusto con nuestro color de piel.
Porque el color “moreno” suscita desprecios e insultos en el 55% de los mexicanos (Encuesta Nacional sobre Discriminación en México. INEGI: 2017).
Los ninguneamos porque en palabras de Eduardo Galeano, “no están jodidos por culpa de la historia, sino por obra de la biología. Por eso, cuando se acerca un pobre de piel oscura el peligrosímetro enciende la luz roja y suena la alarma”. Si. La alarma de nuestro racismo a flor de piel.